martes, 28 de septiembre de 2010

El terror de los profesores

Hoy, en clase de latín, he descubierto que el peor problema al que tienen que enfrentarse los profesores no es nada de lo que se suele decir. Ni los alumnos, ni los alumnos de 1º de la ESO con portátiles, ni que la máquina de café se averíe, ni que pierdan el solucionario a la hora de corregir un examen.

El peor problema al que se tienen que enfrentar los profesores es... La luz. Sí, parece algo estúpido, pero es tremendamente horrible.

Durante el instituto, todos los profesores que pasaron por mis clases se enfrentaron a dicho problema de una manera más calmada y remediable; persianas ajustables, cambios de aula, posibilidad de combinar las luces… Pero en la universidad es todo distinto.

Situémonos. Nos encontramos en una clase enorme, con capacidad para más de cien alumnos. Tan solo hay ventanas en uno de los laterales de la clase, pero estas permanecen con las persianas bajadas ante las posibles proyecciones que se realicen en la sala. Las persianas no se suben. Al ser una clase tan enorme, si encendemos x luz, los de la izquierda no verán, pero si encendemos x otra, los de atrás tampoco verán, ya que las luces se reflejan.

Y ante tales expectativas –alumnos gritando, dolor muscular por un excesivo estiramiento del brazo para llegar a los interruptores, estrés generado por la cantidad de peticiones recibidas en un segundo-. El profesor opta por cortar por lo sano y tomar la decisión más sencilla para él y más engorrosa para el estudiante: Dictar los apuntes.

1 comentarios:

Black Cat dijo...

Lol! Nunca lo había pensado, pero es verdad.
Ciertamente a mi me pasó muchas veces en la ESO, por que las clases estaban muuuuy mal hechas xD

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